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microdiatriba: Bird Box

  • Foto del escritor: Yev O. P.
    Yev O. P.
  • 31 dic 2018
  • 2 Min. de lectura

Bird Box no es una película que dé mucho — ni siquiera algo — de qué hablar, así que lo sigue a continuación será un tanto decepcionante, aunque no más decepcionante que la propia Bird Box. (Miento; lo anterior fue sólo algo divertido de escribir.) Bird Box no es decepcionante por el simple hecho de que, para que algo lo sea, ese algo tiene que iniciar en un punto álgido, prometedor. Bird Box, en cambio, comienza un poco más que mediana, y así termina también. Son buenísimos los mil y un memes de la Malorie vendada (Sandra Bullock) porque reducen perfectamente el "tema" de la película, porque transparentan aquello que los productores y guionistas quisieron ocultar con artilugios cinematográficos. Que estemos en un mundo en el que no podamos mirar nada a nuestro alrededor so pena de caer en un delirio suicida, eso no puede ser tema de nada. Uno entiende que la supervivencia sea un bien en sí mismo, y que, como en Gravity, se puedan hacer girar todas las puertas narrativas en torno a ese valor. Pero en Bird Box tenemos un desequilibrio temático tal que nos hace sospechar de las motivaciones profundas del guionista (Eric Heisserer). De ratos pareciera que lo que lo impulsó a seguir escribiendo fue el mero propósito de explotar la idea central en el escenario tecnológico actual: "¿Qué pasaría si pongo a mis personajes enceguecidos en una camioneta con GPS? ¿O qué pasaría si uno de ellos se atreviera a mirar a través de cámaras de seguridad? Sería bastante original, ¿no es cierto?". Lo que es cierto es que no hay nada original en Bird Box. Se trata de una película que podemos ubicar tranquilamente entre The Happening —la peor película de M. Night Shyamalan— y A Quiet Place —la peor película adorada por todos los críticos gringos que detestan que comamos palomitas o nachos durante el ritual fílmico—. Bird Box no es sino un remedo de ambas películas, y esto en sus aspectos temáticos, estilísticos y narrativos. No exagero cuando digo que casi todos los clichés del género de supervivencia post-apocalíptica se regodean en sí mismos en esta película, y lo peor es que lo hacen escondidos tras un velo de grandiosidad cinematográfica y talento actoral que es, desde luego, innegable. (Es un hecho que Sandra Bullock mejora actoralmente con el pasar de sus cirugías, como un delicioso vino genéticamente diseñado. Y lo mismo podemos decir de John Malkovich, pero con arrugas.) Por último, aunque no por ello menos importante, ¿qué mierda se supone que eran los demonios? ¿Qué querían los creadores de Bird Box que pensáramos? ¿Son una metáfora de nuestra depresión generacional? ¿Son acaso la ansiedad en masa que padecemos en la actualidad? De ser el caso, Train to Busan lo expresa mejor. No vean Bird Box. O, si lo hacen, pónganse una venda en los ojos para que no acaben tirándose por la ventana. O véanla sin esperar demasiado. Es sólo otra película que no está a la altura de su pretensión, nada más.

 
 
 

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