JURASSIC WORLD: Hacia la necesaria extinción de la saga.
- Yev O. P.
- 15 jul 2015
- 4 Min. de lectura

Jurassic World es una película especialmente entretenida para el crítico de cine: no mientras la ve proyectada en la pantalla grande, sino por la misión que le da de escribir un artículo que pueda hacer justicia a una película tan mala y tan inflada por el público y buena parte de la crítica gringa (de quienes siempre es mejor dudar). Hacer algo como lo que haré a continuación supone un cierto honor crítico, pues debido a alguna especie de ceguera generalizada se ha dejado pasar a Jurassic World por buena, cuando en realidad es terriblemente mala. De hecho, Jurassic World es algo así como un Sharknado o un The Room para críticos: es tan mala que se siente bien escribir contra ella. (Adviértase entonces que lo siguiente, más que una crítica rigurosa —que no la necesita—, es un medio de auto-entretenimiento para quien escribe estas palabras.)
Si Jurassic World es terriblemente mala no es sólo porque se haya decidido por refritear —por cuarta vez— la trama arquetípica de Jurassic Park. El logline de todas las Jurassic Park's iría algo así: Luego de que un dinosaurio temible escapara de un parque de entretenimiento, un experto en dinosaurios que reniega de la idea de tener una familia se ve obligado a convivir y proteger a dos niños para que todos sobrevivan a la catástrofe. Se trata de una trama válida, y refritearla no tendría por qué suponer ningún problema en sí mismo. Sin embargo. Jurassic World no logra conducir la trama correctamente: trata de afirmar el valor conductor de su trama ("no hay nada más importante que la familia"), pero lo hace de manera muy simplona e incoherente. La Dra. Claire Dearing (Bryce Dallas Howard) —quien es en esta secuela la protagonista experto que reniega de su familia— no llega a tener nunca una interacción con sus sobrinos de modo que tal vaya revelándose su auténtica naturaleza poco a poco —acto por acto— mediante la acción narrativa. Esto es lo que hace mala Jurassic World, básicamente: sus creadores han añadido más dimensión a las imágenes a costa de extirpar dimensiones a los personajes.
En la original Jurassic Park de 1993, en cambio, podemos ver a los niños interactuando fuertemente con el protagonista principal: vemos al Dr. Alan Grant en un primer momento despreciándolos duramente; luego lo vemos afrontando el problema junto a ellos, de modo que ahora adquiere el objetivo de protegerlos a toda costa; más adelante, los ve tomar valor ante circunstancias horribles; los ve con miedo; juega con ellos; y, así, poco a poco ocurre una transacción entre los personajes que hace que ambos revelen su naturaleza auténtica, de modo que el Dr. Alan Grant ha cambiado por completo, ya no es el mismo Dr. Alan Grant del principio, y al mismo tiempo —que es lo más importante— se ha demostrado cinematográficamente el valor de la familia, que la familia es lo más importante. Esto es lo que hizo de Jurassic Park un éxito rotundo, no sólo la innovación de los efectos especiales. Un buen guión conduce las contradicciones internas de los personajes, y las revela por la interacción de los personajes entre sí, ellos y su mundo cambiante. Y el clímax no puede existir sin una buena conducción de esa interacción reveladora. Que ciertos personajes o protagonistas se salven o se mueran, no significa nada a menos de que haya ocurrido una buena conducción de los actos en este sentido, de modo que se logre demostrar en la acción el valor del filme (y no que sea simplonamente visible por alguna imagen que se autoexplica, como esa de los padres llorando de felicidad con la tía al final de Jurassic World).

Que la nueva Jurassic World nos entregue en 3D el hocico gigante de un dinosaurio marino devorando un tiburón, no beneficia absolutamente en nada a la película si todos sus personajes son estereotipos unidimensionales que jamás revelan nada de sí mismos, si son entes grises que no revelan contradicciones por resolver (pues no están puestos en situaciones que los haga desplegarse). La tía trabajadora mamasita es siempre la tía trabajadora mamasita; el héroe carita carismático es siempre el héroe carita carismático. En esto consiste la pobreza narrativa de Jurassic World en contaste con la original Jurassic Park. Todo esto me hace preguntarme: ¿qué ha pasado con Steven Spielberg? Spielberg no ha olvidado las viejas fórmulas para producir buenas películas, sólo se ha desinteresado de producir buenas películas. (No olvidemos que en su lista tenemos también toda la saga de Transformers.) Lo que interesa a Spielberg es otra cosa: un top box office instantáneo. Los mejores tiempos de dignidad han quedado atrás.
Jurassic World —y me refiero aquí tanto al parque ficticio como a la película actual— no es sino una obra de entretenimiento de masas creada por un cúmulo de cerdos avaros e irresponsables, sin ningún interés por el entretenimiento genuino de su público. (Sólo que, a diferencia de los dueños del parque jurásico, los productores del Jurassic World sí fueron directamente tras la carne humana.) Jurassic World es la demostración cinematográfica de la decadencia de todas las cosas. Ni sus grandiosos efectos especiales la salvan de la insoportable unidimensionalidad de sus personajes, de la asquerosa relación aparente que se da entre ellos, y, por ende, de ese sentimiento de que nada importante está pasando para nadie, a pesar de que todo el mundo se esté viniendo abajo —lo cual hace ver todavía más artificial lo ya de por sí artificial—. Ni siquiera la personalidad de Chris Pratt pudo darle movimiento a su protagonista. Jurassic World es estática hasta la muerte. Ningún personaje está vivo en la película más que los dinosaurios. (Pero con esta entrega es posible que ni ellos sobrevivan.) Jurassic World se siente como la extinción de la franquicia: al terminarla no se siente otra cosa que un frío profundo cubierto de cadáveres de dinosaurios. Sólo un milagro podría traerla a la vida, y no precisamente uno proveniente de la tecnología de punta, sino de la rudimentaria técnica guionística que subsiste en toda buena historia. Aunque, ¿a quién le importa la vida cuando se tiene una sumamente lucrativa industria de la muerte? No a Hollywood, de eso podemos estar seguros.
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