ONLY LOVERS LEFT ALIVE: Adán y la noción vampírica de la Historia.
- Yev O. P.
- 14 mar 2015
- 4 Min. de lectura

Antes de comenzar, debo sincerarme con mi lector: esto no es una crítica zombie. Digo esto debido a que me he encontrado en Internet todo tipo de lecturas sobre esta película que no hacen más que dar vueltas sobre sus temas más triviales, esos que de nada sirve poner en el papel aunque obviamente se hallen presentes en el film. Hablo sobre todo del trillado tema que siempre se le achaca acerca del repudio vampírico hacia todo lo humano entendido como símbolo del snobismo típico de los outsiders & shit… Sí, claro que hay algo de eso (es una puta película de Jarmusch), pero ¿y qué? ¿De eso trata todo, señor crítico? ¿Esa es la experiencia profunda que sirve rescatar? No dudaría que para ellos lo es, y por eso escriben lo que escriben. Pero para mí se trata sólo de la atmósfera que rodea las especificidades más interesantes que componen a Only Lovers Left Alive. No hay que huir de ellas, sino ir por ellas. Por eso, haré algo distinto aquí: yo mismo me apartaré de todos, e intentaré hacer una crítica vampírica.
Only Lovers Left Alive es un film con aspiraciones mitológicas. Que los personajes principales –una pareja de vampiros sabios, súper-éticos y yonquis de O negativo– tengan por nombre Adán y Eva, ya implica, a mi gusto, que Jarmusch no sólo quiere hablar de una historia acerca de dos individuos concretos, sino que busca representar a toda una generación en el acto. Así es como funcionan los mitos: el Adán y Eva de la Bilbia representaban, como símbolos, a una generación –o un cúmulo de generaciones– que se sentía desterrada de una Esencia Eterna (o al menos así era como lo podían poner en palabras). Lo mismo pasa con los vampiros de Jarmusch: son arquetipos que expresan una condición específica de nuestra generación. Sus pecados son los nuestros, pero también sus virtudes. Y la virtud que quiero recalcar aquí es una que, al igual que al Adán jarmuschiano, a mí me obsesiona particularmente: La noción pesimista de la Historia, o la idea de que el progreso histórico es imposible.
Esto es muy actual. Ni la sangre humana, ni las Hagstrom o las Silverstone de los 60s obsesionan tan profundamente a Adán como la simple idea de que el progreso es imposible. Los recorridos por el Grande Ballroom de Detroit son una prueba de ello; también Eva lo sugiere cuando, en medio de una conversación con Marlowe momentos antes de partir a Detroit, menciona que su difunto amigo Shelley, el poeta inglés creador del "Ozymandias", tiene la culpa de su mal de ánimo. La decadencia de toda grandeza, la visión entrópica de la vida, ese es el leitmotiv del Adán jarmuschiano que aparentemente le ha acompañado desde principios del siglo XIX. Pero ponerlo en estas palabras nos hace perder la noción más profunda de este decadentismo particular. Esta idea aparentemente simple de la imposibilidad del progreso oculta una noción de la Historia que ningún zombie compartiría (los filósofos no cuentan como zombies), pero que Jarmusch remarca en el celuloide como si fuese un pecado no atenderla como es debido.
Para ilustrar esta noción -primero-, retrataré la consciencia histórica de un vampiro de más de 500 años en contraste con la consciencia histórica de los zombies: Imaginemos a las generaciones zombies a lo largo de la historia, desapareciendo unas y apareciendo otras, cada cual dándole sentido a su propio estado de cosas actual. ¿Qué es lo que piensan cuando piensan en el pasado? Piensan en una cadena de eventos bien definidos, en la transición de un cierto estado de cosas a otro estado de cosas, transición que ha de explicarse en términos de un invariable progreso hacia el actual estado de cosas; como si la actualidad fuese clara por sí misma y como si todo el pasado tuviera que decantar hermosamente en la idea que tengamos de la actualidad. (Hasta aquí no ha sido difícil.) ¿Pero qué es lo que ha visto Adán? Él es un ser transgeneracional. Su duración le permite ver cosas que los zombies no ven. Lo que ve Adán en el pasado no es una transición clara, sino un solo cuerpo desorganizado en el que ocurren todo tipo de desviaciones que sirven para mantener determinados estados de cosas que de ninguna manera han de ser necesariamente los mejores. Es aquí donde se va a la mierda la idea del progreso. Si Adán ve la Historia con gran pesimismo es porque, al igual que el Angelus Novus de Walter Benjamin, es testigo directo de que el pasado es una sola catástrofe que apila ruina sobre ruina, amontonándose en una sola masa informe que llamamos “actualidad”. Trampas, (auto)engaños y, últimamente, olvidos: eso es la Historia para Adán. No hay ningún progreso aquí, ningún Dios: sólo Caos.
Muy bien: ¿Pero dónde se encuentra todo esto en Only Lovers Left Alive? ¿Me lo he sacado de la manga? No, y he aquí la demostración: el énfasis puesto en Nikola Tesla. Este pesimismo histórico que describo se aplica perfectamente en la historia de la ciencia, sobre todo en la manera en que aborda Adán uno de los temas que más le apasionan: la tecnología descontinuada de Nikola Tesla. La ciencia –Adán lo sabe bien– también deviene caóticamente, sin ningún progreso claro; por eso dice respecto a la física de Tesla que “sus hermosas posibilidades [han sido] completamente ignoradas”. He aquí una desviación. (En este mismo sentido se lamenta de la alquimia de Newton y de la teoría de la evolución de Darwin [que en muchos estados se ha intentado suprimir a la fuerza].) Y como si haber entendido esto no fuera suficiente, él mismo pone manos a la obra y continua el trabajo que las comunidades científicas de su época desecharon sin ninguna razón válida: Adán mantiene su casa con energía proveniente de algo parecido a una bobina de Tesla que él mismo construyó. Nada de cables, nada de “zombie shit.” Él está muy por encima de eso. Sabe que los paradigmas desechados no son necesariamente falsos o inservibles. (En esto se parece también a Paul Feyerabend, el filósofo de la ciencia anarquista que teorizó sobre esta noción pesimista de la historia.) Mientras tanto, los zombies van a la deriva con su idiota idea del progreso histórico, tanto peligrosa como falsa. Jarmusch dio en el clavo aquí. (Pero aquí no acaba Adán.)
Continuará...
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